ISAAC DE NÍNIVE
No deja de sorprender que un simple monje eremita, cuya vida transcurrió en el siglo VII a orillas del Golfo Pérsico, haya legado a las generaciones posteriores una enseñanza que sigue siendo viva y extraordinariamente elocuente. Y más si se añade que pertenecía a la denominada Iglesia nestoriana, uno de los grupos cristianos menos reconocidos durante siglos por el resto de Iglesias.
El secreto de su éxito, tanto antiguo como moderno, nace de su capacidad para transmitir a sus oyentes y lectores algunas sencillas palabras que evocan a la única Palabra, aquella que no está escrita únicamente en papel, sino inscrita en cada existencia, en cada cosa, en cada acontecimiento.
Isaac fue un escrutador profundo y apasionado de la creación entera, atento siempre a descubrir un camino de Dios en cada ser. Nada quedó fuera de su campo de visión; todo lo quiso contemplar con inteligencia fecunda e implicándose de lleno. No en vano, sigue ofreciendo un itinerario de vida espiritual verdadera y eficaz que parte del corazón mismo de Dios y alcanza a cada criatura concreta.