NICO DAL MOLIN
La vida consagrada, ¿está en condiciones de aportar a los jóvenes de nuestro tiempo una oferta a contracorriente respecto a estilos de vida y de pensamiento marcados por un profundo individualismo? ¿Cómo ayudar a los jóvenes a afrontar el camino espinoso de la «elección de vida», conscientes de que hoy las opciones radicales atemorizan? Y los consagrados, ¿son testigos jubilosos de una vocación que a diario gira en torno al atractivo del rostro de Cristo? La respuesta a estos interrogantes ya la ofreció el Señor mismo con sus discípulos: hay que colocarse junto a los jóvenes como «proximidad y compañía», para ayudarles a discernir, con realismo, entre los sueños y las expectativas de la propia vida. La vida consagrada llega a ser capaz, entonces, de una incitación a la elección, para vivir y saborear «un cielo nuevo y una nueva tierra».