RICCARDI, ANDREA
Introducción 1. Volver al corazón 1. Se comienza por una palabra 2. El «corazón traspasado» 3. «¿Qué tenemos que hacer?» 4. Sorpresa y temor 5. La resistencia a la vida interior 6. La Palabra encarcelada 7. El poder de la oración 2. El silencio y la oración 1. El silencio de Dios 2. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» 3. Dios escondido, pero no desconocido 4. Voz poderosa y sutil 5. Comprender el silencio 6. Un silencio que puede escucharse 7. Silencio no es rechazo 8. «Permanece en silencio ante el Señor y espera en él» 3. Amigo de la Palabra de Dios 1. El don de la palabra 2. ¿Quién es el cristiano? 3. La Palabra de Dios despierta un corazón que ve 4. El pobre 5. Pedir 6. Vivir con los otros 7. La Palabra crece 4. El rostro y la palabra 1. Subir al monte 2. Orientar la mirada y el corazón 3. El icono del rostro 4. El rostro transfigurado 5. El divorcio entre la belleza y la bondad 6. «Eres el más bello de los hombres» 7. Iconos de belleza en el mundo 8. La presencia de Jesús 9. La luz del domingo y la sorpresa del milagro 10. «Lo venció con la sola belleza de su rostro» 5. El rostro del amigo 1. El rostro triste 2. Hablar con Dios cara a cara 3. El corazón y el rostro 4. La amistad de Jesús 5. El mayor tesoro 6. El mundo del icono 1. Un signo de belleza 2. Amor y defensa del icono 3. Occidente y el mundo del icono 4. Orientarse hacia el Oriente
El silencio de la oración aparece, a quien a él acude, como un mundo habitado por palabras, signos, presencias y rostros; pero, sobre todo, habitado por la Palabra de Dios. Esta, como enseñan los Padres, crece con quien la lee, la escucha y reza con ella. No se aprende una lengua en un solo día y en un momento emotivo. En la oración siempre somos como los niños. Esta es la condición verdadera ante Dios: ser hijos y niños. Jesús, que es compañero y maestro en la oración, nos ha enseñado a decir con él y con los hermanos: «Padre nuestro...».