Rubén MANRIQUE GONZÁLEZ (Burgos, 27 Febrero 1977)
Sacerdote de la diócesis de Burgos. Doctor en Teología para el Matrimonio y la Familia por el Pontificio Instituto Juan Pablo II de la Universidad Lateranense de Roma. Licenciado en Teología Dogmática por la Facultad de Teología del Norte de España. Licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ejerce su ministerio sacerdotal en distintas parroquias y actualmente es consiliario de la delegación de Familia y Vida de la diócesis de Burgos. En el campo de la nueva evangelización y el arte ha colaborado en la creación y promoción de dos musicales: El Reino es de ellos, Sicut dixit.
Esta obra pretende ser una nueva aportación teológica a partir de las Catequesis del amor humano en el plan divino de Juan Pablo II. Hemos propuesto una relectura de las Catequesis tomando la vocación al amor como hilo conductor. Lo hemos hecho partiendo de la convicción de que es posible contemplar las Catequesis no como una reflexión cerrada y ya completa, sino como un camino iniciado magistralmente por Juan Pablo II, y que sigue abierto a nuevas profundizaciones. A nuestro parecer, lo importante de las Catequesis no es sólo lo que materialmente contiene, sino su carácter de libro abierto.
En el amor se produce la revelación de la persona, no de un modo deductivo o introspectivo, sino como un «acontecimiento». En el encuentro interpersonal descubrimos que el amor es el único modo de conocer al otro, de conocernos a nosotros mismos y, en último término, de conocer a Dios. La presencia amorosa del otro que acojo y recibo como un don, es memoria de un Amor originario. De este modo, queda de manifiesto que la vocación al amor incluye un «antes»: el amor de Dios, que posibilita nuestro amor como respuesta. Podemos amar en la medida que somos amados. El encuentro interpersonal no sólo incluye la memoria de un amor previo, sino, al mismo tiempo, una promesa de comunión. La vocación al amor se presenta también como tarea, hasta alcanzar la comunión de personas a través del don recíproco de sí.
Juan Pablo II presenta la vocación al amor desde una ontología y fenomenología del don: la «hermenéutica del don». En esta expresión: «hermenéutica del don», encontramos un criterio definitivo de interpretación y comprensión de la vocación al amor en las Catequesis. Para ello, Juan Pablo II se sirve de dos expresiones: «irradiación del Amor» y «radicación en el Amor». La revelación es la irradiación del Amor de Dios que se comunica, y que explica tanto la realidad del don como el mismo acto de donar. Al mismo tiempo, la experiencia humana del amor, en todas sus dimensiones y subjetividad, desde la misma experiencia de ser cuerpo, es testimonio de que la persona está radicada en el amor. Ambos caminos: revelación y experiencia, nos llevan a afirmar la vocación originaria al amor, según la cual, la persona es testimonio de un amor recibido, en el que está arraigada (don originario); y promesa de un amor que se transforma en tarea (don de sí) hasta alcanzar la comunión de personas.