SÁNCHEZ AGUILAR, CRISTINA
Prólogo, de Javier Gomá Lanzón La última lucha épicaNo hemos inventado la pólvoraLa evolución de la sexualidadLa oscura plaga del siglo xxiLos impulsores del negocioUn modelo perversoNi que moverse de la habitaciónSexting con inocentesLas otras víctimas de la lujuriaCuando se convierte en enfermedadEl azote de la pandemia de covid-19El romanticismo ha muertoEl camino de la redenciónAproximación a una conclusión
La lujuria es hoy uno de los pecados menos pecaminosos. En una época en la que el egoísmo y la mal entendida libertad desembocan en una sexualidad desbocada, conviene recordar que la lujuria está muy lejos de ser una mera liberación de tabúes o una ruptura con el «moralismo cristiano». La lujuria deja víctimas a su paso: adictos a la pornografía; niños que, cada vez a edades más tempranas, pierden su virginidad y se acostumbran a prácticas sexuales más y más salvajes; víctimas de trata que son vejadas para satisfacer la demanda desmedida de sexo... El pecado capital de la lujuria no solo no ha dejado de serlo, es que empieza a situarse como uno de los motores que conforman las relaciones interpersonales.