MONASTERIO HERNÁNDEZ, ENRIQUE
Estos relatos nacen de la oración de su autor ante la cruz, siguiendo la misma lógica que le llevó a escribir El Belén que puso Dios. Aquel Niño con el que jugábamos en el portal va a morir en una Cruz y es preciso acompañarle. Los actores de esta tragedia son muy diferentes, no hay pastores ni estrellas, ni coros de ángeles cantores. Hay, sí, un borrico; y está María Santísima, siempre joven y hermosa, pero bañada en lágrimas.