INSTITUTO SUPERIOR DE PASTORAL
Presentación
Juan Pablo García Maestro
(Profesor del Instituto Superior de Pastoral-UPSA y coordinador de la XXII Semana de Teología Pastoral)
I. PONENCIAS
Una mirada sobre la vida de nuestras comunidades
Antonio Ávila Blanco
(Instituto Superior de Pastoral)
El Espíritu, sujeto y fuente de la animación comunitaria
Elisa Estévez López
(Universidad Pontificia de Comillas)
Comunidad y pluralidad de ministerios
Francisco José Andrades Ledo
(Universidad Pontificia de Salamanca)
La caridad, centro de la comunidad cristiana
Luis González-Carvajal Santabárbara
(Universidad Pontificia de Comillas)
Proyección socio-política de una Iglesia ministerial
Monseñor D. Antonio Algora Hernando
(Obispo de Ciudad Real)
Mujeres en la animación comunitaria
Mª Dolores López Guzmán
(Instituto Superior de Pastoral, Madrid)
II. MESAS REDONDAS
1. Panel de experiencias de vida comunitaria
- Comunidades Adsis
- Comunidad Corinto, Moratalaz (Madrid)
- Comunidad parroquial Nuestra Señora de Guadalupe (Madrid)
2. Vivir la comunidad en tierra extranjera
-Una comunidad ortodoxa
Rogelio Sánchez
(Archimandrita de la Iglesia ortodoxa griega)
- La comunidad católica de los chinos en Madrid
Guo Kung Pen
(Sacerdote de la comunidad china en Madrid)
- Comunidad latina
Ramona Vera
(Lideresa de una comunidad latina)
III. GRUPOS
Trabajo de grupos
La XXII Semana de Teología Pastoral, bajo el título ?Revitalizar las comunidades cristianas hoy?, ha querido ubicar el tema en el contexto social, cultural e histórico en el que nos ha tocado vivir, porque estamos convencidos de que este, a pesar de sus dificultades, es ante todo un tiempo de gracia.
¿A qué nos referimos con la expresión ?comunidad cristiana"? ¿No la utilizamos demasiado alegremente? ¿Se puede considerar comunidad a un grupo en el que apenas existen relaciones interpersonales? ¿Cómo se pueden animar mutuamente personas que apenas se conocen ni mantienen comunicación personal entre sí?
Ante estos interrogantes, las aportaciones de las distintas ponencias, comunicaciones y trabajos en grupos han dejado claro que solo pequeñas comunidades de rostro humano, en las que la relación y la comunicación entre sus miembros permiten el desarrollo de la vida cristiana, y no únicamente el consumo de servicios religiosos, harán revitalizar de verdad nuestras comunidades. Desde aquí es desde donde aflorarán las responsabilidades compartidas y los ministerios necesarios para la construcción y reconstrucción de la fraternidad, y para el servicio a la humanidad, especialmente a los más débiles.