Si bien es cierto que vivimos tiempos de incertidumbre e impotencias, también lo son de inmensas generosidades y dinamismos creativos empeñados en poner en el centro el sostén mutuo, la vida y la alegría más allá de toda frontera.
El barrio de Lavapiés, territorio sagrado para la teóloga Pepa Torres, es el escenario en que se le ha revelado el rostro de Dios. Desde esa profunda experiencia de misterio, la autora ha tejido una teología de las periferias que, más que especular, narra a un Dios que no es milagrero, ni castigador, sino que es aliento de vida, manantial de resiliencia, que sostiene, inspira, moviliza a la solidaridad y la creatividad. Un Dios, reciclador, dynamis, que nos empuja a rebuscar hasta encontrar, entre las cenizas del sufrimiento, la esperanza, y nos hace experimentar que solo en la projimidad y en el asombroso poder de los encuentros y los abrazos podemos ser plenamente humanos y humanas.