JAVIER AGUIRREAMALLOA
La vocación de todos los hombres es ser hijos de Dios en el Hijo,relación que alcanzamos mediante una alianza nueva y eterna. Para lamayoría de las personas, esa vocación universal se concreta en elmatrimonio, camino y anticipo de ese éxtasis, de ese darse yencontrarse, de esa unidad en la multiplicidad que es la vida misma de la Trinidad, y que es lo que anhelamos sin saberlo. Para otros, suvocación al celibato supone saltarse el matrimonio terrenal, y vivir,aquí y ahora, el matrimonio celestial. Decimos que Dios no tienepasiones en sentido pasivo, y te- nemos razón. No es movido, dirigidoo condicionado por pasio- nes, como nosotros. No se puede enamorar por la misma razón que el mar no se puede mojar o un volcán no se puedecalentar; porque Él mismo es amor. Pero ese volcán de amor ùel amorque mueve el sol y las estrellas, el amor que se hizo hombre, el amorque murió por nosotrosù es más apasionado y real que nuestros amorestemporales; es el único capaz de llenar el cora- zón de una personacasada, a través del amor de su cónyuge; es el único capaz de llenarel corazón